La Hipergamia: el Wi-Fi secreto que conecta a todas las mujeres (aunque digan que no)
Los números no mienten. Si acaso exageran un poquito para incomodarte. Y lo siento, campeón, pero sí: tu madre también era interesada. ¿Excepciones? Claro, las hay. Unas miles entre miles de millones. Pero la historia de la humanidad no la escriben las excepciones: la escriben las masas, esas mismas que llenan estadios de reguetón y colas en el Starbucks.
A menos que una de esas hipotéticas mujeres excepcionales se convierta en un ícono de la cultura tan poderoso que promueva un cambio social en las demás mujeres y la hipogamia se convierta en la norma, el instinto de hipergamia seguirá siendo una de las bases de la naturaleza femenina.
¿Qué demonios es la hipergamia?
Antes que entrar en la definición científica, voy a resumirlo muy burdamente: la hipergamia es básicamente el Tinder de la Evolución. En el reino animal, la hembra elige al macho más rápido, más fuerte o con la melena más frondosa (gracias, leones). La hipergamia las impulsa a copular con el macho más veloz, el más fuerte, etc, de quien tomar sus cualidades para heredar sus genes exitosos a sus hijos.
En los humanos, la cosa se complica.
Como animales que somos de apenas unos cientos de millones de años de Evolución, estos instintos siguen latentes. Sin embargo, somos más complicados que los animales ordinarios, y la creación de la sociedad supone que las hembras no solo deben fijarse en el potencial genético de sus candidatos, sino en su potencial social.
Es decir, ahora también no basta con buenos genes, también cuenta si tienes saldo en el banco y una hipoteca pagada.
El cavernícola musculoso era top hace 10.000 años. Hoy el cavernícola musculoso que hace entregas para Uber Eats, pues, no tanto. En cambio, el millonario con cuerpo de croqueta frita tiene lista de espera y se rodea de las mejores mujeres auqnue su material genético sea de baja calidad.
¿Es buena o mala la hipergamia?
En términos evolutivos: un inventazo. Es como el “update” automático de la especie. Cada generación mejora gracias a que las hembras eligen lo mejorcito disponible. Es un mecanismo genial que permite a la naturaleza perfeccionar a la especie en cada generación. Si eres un herbívoro, querás que tus descendientes sean más rápidos cada vez para evitar ser devorados, así que solo tendrías desdencencia con los machos más veloces.
En términos filosóficos: un dolor de huevos. Porque mientras tú quieres que te reconozcan por tu alma sensible y tu poema sobre los atardeceres, ella primero va a mirar si puedes pagar el brunch del domingo. Luego, quizás se fije en tu talento para tocar la guitarra. Los humanos somos animales complejos y no solamente nos motivan los meros instintos biológicos, por más que están latentes a flor de piel. Buscamos una realización más allá de llenar una demanda evolutiva.
¿La hipergamia es real?
Durante décadas nos han gritado que la hipergamia no existe, que quienes hablan de ella son unos resentidos y perdedores. El filósofo alemán Arthur Schopenhauer, afirmó que toda verdad atraviesa tres etapas: primero, es ridiculizada; segundo, es violentamente combatida u opuesta; y tercero, es finalmente aceptada como algo evidente.
Mira, nadie duda de que los hombres eligen pareja por instinto visual: caderas anchas, pecho prominente, etc. Pero cuando dices que las mujeres tienen su propio instinto (¡horror!) todo el mundo entra en crisis existencial.
La evidencia está ahí: censos, estadísticas, estudios. Por ejemplo, en España: el 50% de los hombres pobres de 40 años están solteros. Los ricos de la misma edad, solo el 17%. Y las mujeres… pues da igual si ganan mucho o poco, porque su soltería no cambia. Como quien dice: la billetera es más sexy que el bíceps.
En Noruega, ese país que respira igualdad de género y salmón, un hombre del top salarial tiene 90% de probabilidades de tener pareja. En la base salarial, apenas 40%. Igualdad de género, pero la hipergamia sigue de after.
Ya casi hemos llegado al punto que la hipergamia dejará de ser negada y, muy probablemente, se convierta en bandera de orgullo y reinvindicación femenina.
El mito de la mujer empoderada independiente
¡Pe... pero... si las mujeres modernas trabajan y estudian!
El argumento común de las personas que niegan la hipergamia femenina es acudir al mito de la mujer empoderada moderna.
Una ilusión que, como un arco iris, es un espejismo bonito que desaparece rápidamente, pero que encandila lo suficiente para que la gente quiera creer en él. Esas personas dirán que la mujer moderna es independiente, y que ahora estudian y trabajan, por lo que no dependen de un hombre.
A esas almas encandiladas les recuerdo, que el que no “necesiten” depender de un hombre, no equivale a que no “les interesen” apropiarse de los recursos de un hombre en un estrato superior de la sociedad.
Spoiler: Olaf. Siempre Olaf.
La ciencia habla.
Es irónico que a pesar de toda la evidencia científica abrumadora, millones de personas se resisten a aceptar que la Hipergamia es real. ¿En serio quieres ser del grupo que niega la Teoría de la Evolución? Incluso hay cortos de luces que creen que la hipergamia es la versión MGTOW de la ridícula idea del “Patriarcado” que el Feminismo usa como hombre de paja en toda circunstancia.
Pero si la evidencia científica no te parece muy lejana, basta con ver la evidencia estadística de tu propio país. Cualquier país medianamente organizado hace censos nacionales de forma periódica y es fácil demostrar cómo la base de hombres solteros corresponde al grupo de población con menos recursos económicos.
Por ejemplo, tomando los datos del censo en España, un investigador cruzó los microdatos de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE de 2019. En un gráfico, mostraba el porcentaje de hombres de entre 41 y 45 años que están solteros en función de su renta personal (salario neto y especie, rentas de autónomos, prestaciones por invalidez y enfermedad y ayudas a estudios). En otra línea, sobre el mismo gráfico, se presentaba el porcentaje de las mujeres solteras y la relación con sus rentas.
Los resultados son claros: El 50% de los hombres con rentas más bajas está soltero, mientras que los que más poder adquisitivo e ingresos tienen sí encuentran pareja (solo el 17% están solteros). En cambio, el porcentaje de mujeres es el mismo en ambos extremos, da igual cuánto dinero gane.
Para demostrarlo, usaré un ejemplo extraído del primer mundo, del cual podrás extrapolar ideas de cómo funciona este proceso en tu país con menos recursos y oportunidades para las mujeres.
Se trata de Noruega que es un país de alto nivel económico donde se obsesionan con el tema de la “igualdad de género”. A través de este estudio encuentran que, a pesar de las grandes oportunidades económicas para las mujeres noruegas que tienen acceso a educación y trabajo de primer mundo, la hipergamia sigue siendo el motor que mueve sus decisiones de elección de pareja.
Por ejemplo, un hombre de 40 años que esté en el top de la distribución salarial tiene un 90% de probabilidades de tener pareja. Mientras que si está en lo más bajo de la distribución solo tiene un 40% de posibilidades.
¿Qué hacemos con esta verdad incómoda?
Los hombres reaccionan distinto:
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Los PUAs (artistas del ligue) usan la hipergamia como carnada.
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Los tradicionalistas la romantizan: “es que es de alto valor”.
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Los demás lloran en silencio en su cuarto, con memes de Andrew Tate y canciones de Arjona.
La hipergamia no se va a evaporar. Igual que tú no puedes apagar tu deseo sexual, ellas no van a apagar su radar de “¿quién me da más seguridad?”. Lo que sí se puede hacer es hablar del tema sin miedo.
La hipergamia no es un invento MGTOW, ni una conspiración del patriarcado al revés. Es simplemente el algoritmo biológico más antiguo del mundo. Y mientras niegues que existe, ella seguirá funcionando como el Wi-Fi: invisible, pero conectando todo a su alrededor. Lo cual no significa que debemos resignarnos y seguir la ola ginocentrista de nuestra cultura moderna, adorando a las mujeres solo por tener vagina.
Te sorprenderá cuántas reconocerán que esto es verdad.
FUENTES
- The Economics of Hipergamia. Institute of Labour Economics. Journal of Human Resources, 2020. Ingvild Almås, Andreas Kotsadam, Espen R. Moen, Knut Røed
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