Ada Lovelace: el marketing victoriano que hizo historia (literalmente).


Cómo fabricar una heroína: manual victoriano de marketing científico


En la historia de la ciencia hay genios, visionarios… y luego está Ada Lovelace, la única persona capaz de convertirse en “la primera programadora de la historia” sin programar una sola línea. Su verdadero talento no fue el cálculo, sino el marketing posmortem. En una época donde las mujeres no podían votar pero sí escribir notas al pie, Ada consiguió algo que ni Babbage ni su Máquina Analítica lograron: volverse viral antes de que existiera la electricidad. Dos siglos después, su nombre adorna congresos, premios y hashtags, mientras el pobre Charles Babbage sigue atrapado en el limbo académico, esperando que alguien le dé un like por haber sido el verdadero inventor de la programación.

Resucitar a Ada: del polvo victoriano al altar del feminismo digital

Durante más de un siglo, Ada Lovelace descansó tranquila en los márgenes polvorientos de la historia de la computación… hasta que alguien en los años 80 descubrió que “la primera programadora del mundo” sonaba muchísimo mejor que “la hija adinerada que escribió notas sobre una máquina que nunca funcionó”. Así comenzó la resurrección mediática.

Las universidades necesitaban una figura femenina para equilibrar su panteón de genios masculinos; las empresas tecnológicas querían una historia inspiradora para vender conferencias sobre “diversidad en STEM”; y los medios, bueno… ellos no pueden resistirse a una buena telenovela de empoderamiento retro. Ada renació como un ícono feminista avant la lettre: la visionaria que, con un solo algoritmo imaginario, abrió el camino a Bill Gates, Steve Jobs y, con algo de suerte, a la próxima influencer de IA.

Lo irónico es que el verdadero Charles Babbage, quien construyó la máquina y escribió los algoritmos reales, sigue siendo recordado como “ese señor que ayudó a Ada”. 

El márketing histórico hizo su magia: se editan los hechos para hacerlos inspiradores.


Charles Babbage: el Niño Curioso que Desmontaba el Mundo





El verdadero protagonista olvidado, Charles Babbage, nació en 1791 en el seno de una familia adinerada. Desde pequeño, no era un niño normal. Su curiosidad era una fiebre. ¿Un juguete nuevo? Lo desmontaba para ver cómo funcionaba por dentro. Se cuenta que de niño, obsesionado con lo sobrenatural, llegó a instalar en su casa un "equipo anti-fantasmas" con campanillas y cordeles para detectar intrusos espectrales. 

Esta mezcla de lógica implacable e imaginación desbordante sería su sello personal para siempre.

El Revolucionario de Cambridge


Cuando llegó a la Universidad de Cambridge, el joven Babbage se llevó una decepción mayúscula. Las matemáticas que se enseñaban le parecían anticuadas, ancladas en el pasado. En lugar de adaptarse, decidió rebelarse. Junto con un grupo de amigos brillantes (entre ellos John Herschel, el hijo del famoso astrónomo), fundó la Sociedad Analítica.

Su misión era clara y contundente: modernizar las matemáticas británicas. Su lema, "promover los principios del cálculo puro d-ism", era un bombazo académico. Era su forma de decir: "¡Basta de la notación de Newton, usemos la de Leibniz que es mejor!". 

Fue el primer movimiento anti-establishment de la matemática moderna. Babbage no era solo un genio; era un agitador con una gran boca que no se cortaba para decir lo que pensaba.


La Obsesión: Erradicar el Error Humano


El momento "eureka" que definiría su vida llegó alrededor de 1820. Babbage examinaba unas tablas de logaritmos, esenciales para la navegación de barcos, la ingeniería y las finanzas, y se encontró con una sarta de errores. Errores humanos de cálculo, de copia, de impresión... y esos errores costaban vidas y fortunas.

Estaba en plena Revolución Industrial y las máquinas de vapor transformaban todas las industrias. En su cabeza, los engranajes giraron:“Si una máquina puede tejer algodón sin equivocarse… ¿por qué no puede tejer números?”

Y así nació su obsesión: construir una máquina que hiciera los cálculos por nosotros. Es decir, inventar la calculadora.


La Máquina Diferencial: El Sueño (y la Pesadilla) de un Genio


En 1822, presentó su primer gran proyecto: la Máquina Diferencial. El prototipo funcionaba como una calculadora mecánica de una complejidad nunca vista, diseñada para calcular e imprimir tablas numéricas de forma automática y libre de errores.

La máquina era tan revolucionaria que el gobierno británico le dio una subvención masiva, el equivalente a millones de euros hoy en día, para mejorar el prototipo y crear una versión con más capacidad de cálculo. Fue como si hoy la NASA financiara a un youtuber de ciencia para que construyera una nave espacial en su garaje.

Es decir, para cuando Ada Lovelace apenas estaba aprendiendo a sumar 1+1, Charles ya había dado el pistolazo de salida para la historia de las computadoras.

Pero aquí es donde la historia se torna dramática. 

La reconstrucción de los diseños de Babbage



Babbage era un perfeccionista obsesivo, un genio adelantado a su tiempo y limitado por la tecnología disponible. Mientras los ingenieros trataban de construir una pieza, él ya había diseñado una versión mejor. Vamos, que el hombre se disparaba en la rodilla a sí mismo. Los costes se dispararon, los plazos se incumplieron y la relación con su ingeniero jefe se volvió insostenible. Después de casi 20 años y una fortuna gastada, el gobierno británico, frustrado, cortó la financiación en 1842. 

La Máquina Analítica: La Genialidad Visionaria


La Máquina Diferencial nº 1 nunca se completó. Para Babbage, fue un fracaso financiero monumental y personal, pero presentó las bases para su máximo logro: la Máquina Analítica, un salto conceptual que demuestra que Charles era un hombre adelantado a su época. 

La Máquina Analítica fue la primera concepción de una computadora de propósito general. Tenía una arquitectura sorprendentemente similar a las computadoras modernas, con sus primitivos dispositivos mecánicos:
  • El Molino (The Mill): Equivalente a la Unidad Central de Procesamiento (CPU), donde se realizaban los cálculos.
  • La Memoria (The Store): Un lugar para almacenar datos y resultados intermedios.
  • Entrada y Salida: Utilizaba tarjetas perforada para introducir programas y datos, y podía imprimir los resultados.
  • Control de Flujo: Podía ejecutar operaciones en secuencia y tomar decisiones basadas en condiciones (bucles y ramificaciones), lo que la hacía programable.

Tenía CPU (“El Molino”), memoria (“El Almacén”), entrada y salida de datos… ¡hasta tarjetas perforadas! Era como una PC, solo que si querías reiniciarla necesitabas un herrero.


La Máquina Analítica, el primer diseño de una computadora funcional y casi autónoma.

Para que esta máquina funcionara, naturalmente Babbage necesitó crear el "software" para hacerla funcionar. La evidencia muestra que Charles habría escrito un par de docenas de programas, antes de la afamada participación de Ada Lovelace.

Aunque escribió varios programas para ella, aunque nadie pudo ejecutarlos porque la máquina nunca se construyó. Es como escribir videojuegos para una consola que aún no existe. 

Visionario, pero frustrante.



Analicemos de dónde nace esta confusión.



Y entonces entra en escena Ada Lovelace, hija del poeta Lord Byron, el rockstar original del siglo XIX.

Ada era una niña de mala salud pero con una mente brillante. Siendo hija del escandaloso poeta Lord Byron (famoso por muchas cosas, entre ellas, inspirar el arquetipo de Batman), su madre resentida con su ex, le aplicó una dosis de Alienación Parental desde temprana edad, al punto que se dedicó a educar a Ada con un riguroso plan de estudios en ciencias, lógica y matemáticas, con la intención expresa de alejarla de la "inestabilidad poética" y la "locura" que veía en su exmarido.

Gracias a su posición social, Ada tuvo acceso a algunos de los mejores mentores de la época, incluido el matemático Augustus De Morgan. Su mente era excepcional, combinando una lógica precisa con una herencia de imaginación byroniana.

El momento crucial para Ada ocurrió en una fiesta de 1833. Siendo entonces una joven de 17 años que ya era presentada en la alta sociedad londinense, fue invitada a una velada científica. Allí, un amigo en común, la científica y escritora Mary Somerville (de quien Ada era gran admiradora), le presentó al matemático Charles Babbage, quien estaba inmerso en el diseño de la Máquina Analítica y ya tenía problemas financieros con la Máquina Diferecial.

Babbage quedó impresionado por la inteligencia matemática de la joven, a quien llamó “la Encantadora de los números”. Esta relación sería el origen de los mayores logros de Ada Lovelace, pero también de una confusión que ha perdurado hasta hoy, atribuyéndole una obra que, en realidad, no era la suya.

El temperamental inventor Charles Babbage y la impetuosa adolescente establecieron una relación estrecha y mutuamente ventajosa. 

Babbage, un invitado familiar frecuente, alentó con tacto los intereses científicos de Lovelace y ayudó a ampliar su experiencia matemática; al mismo tiempo, ganó un admirador joven e influyente con contactos en los lugares adecuados. Babbage siempre estaba buscando financiación para sus proyectos y unos partidarios tan bien conectados le habrían resultado útiles.

Babbage promovió asiduamente a su prestigiosa protegida, describiéndola con entusiasmo ante Faraday como “esa Hechicera que ha lanzado su hechizo mágico por las Ciencias más abstractas [las matemáticas]”

Pero otros científicos se mostraron más escépticos sobre el talento matemático de Lovelace. Por ejemplo, el astrónomo e inventor John Herschel comentó mordazmente sobre sus habilidades matemáticas: “Me encuentro leyendo sus notas con pérdida, de la misma manera que siento cuando trato de entender cualquier otra cosa de la que el propio explicador no tiene ideas claras”.

Lovelace mantuvo contacto con Babbage y el encuentro con la máquina diferencial parece haber despertado en ella un interés mayor por las matemáticas, aunque no las persiguió profunda ni seriamente durante varios años. Aunque fue elogiada por algunos contemporáneos, en cambio una revisión de sus escritos realizada por académicos modernos como Dorothy Stein, refutan las afirmaciones sobre su talento.


En 1840, Babbage viajó a Italia para explicar el concepto de la Máquina Analítica en la Universidad de Turín. Entre los asistentes se encontraba el ingeniero militar y matemático Luigi Menabrea, quien más tarde publicó sus notas de la conferencia en francés. 

El artículo de Menabrea llegó a manos de Ada, quien, con el estímulo de su esposo (William King, luego Conde de Lovelace), decidió traducirlo al inglés. Cuando Ada le mostró su traducción a Charles Babbage, este le sugirió que añadiera sus propias notas para aclarar y expandir las ideas, previendo con su sentido común, que el artículo de Menabrea no era suficiente explicativo para que el lector comprendiera la complejidad y funcionamiento de una máquina tan adelantada a su época. 

¡Y vaya que las expandió! Quizás siguiendo el impulso femenino de usar tres palabras para decir lo que se puede expresar con una. O más probablemente, porque su mente que combinaba una fascinante combinación de creatividad poética y rigurocidad matemática, asumió como un reto de marketing darle a su amigo la publicidad que necesitaba para construir su máquina.




Ada Lovelace: la Influencer Victoriana



El gran aporte de Ada, fue que no solo se limitó a explicar las capacidades técnicas de la máquina y su funcionamiento, sino que con su sensibilidad e imaginación heredada de su padre logró hacer el conocimiento accesible para el lector general y, a además, extrapolar usos de esta máquina más allá de lo que Babbage había planificado. 

Mientras Babbage se centraba en la capacidad de la máquina para calcular, Ada intuyó que podía manipular cualquier cosa que pudiera ser representada simbólicamente, incluyendo notas musicales o letras. Ella vio que las computadoras podían ir más allá de los números y, quizás comprendió que esto podría atraer a inversionistas de diferentes campos.

"El Motor Analítico teje patrones algebraicos, tal como el telar Jacquard teje flores y hojas". La influencia poética del padre se deja entrever en los escritos de Ada, muy a pesar de los esfuerzos de su madre. Más adelante, Lovelace pediría ser sepultada junto al padre.

En esencia, Ada Lovelace cumplió el papel de lo que hoy llamaríamos una divulgadora científica, alguien que tiene la combinación de entusiasmo, conocimiento y talento de comunicación para trasladar temas densos para hacerlos accesibles al ciudadano común.

En estas notas, Ada describió: "Terminaremos estas notas siguiendo en detalle los pasos mediante los cuales el motor podría calcular los números de Bernoulli, lo que constituye (en la forma en que lo deduciremos) un ejemplo bastante complicado de sus capacidades". 

Este algoritmo para calcular los números de Bernoulli, una serie de fracciones con diferentes aplicaciones en matemáticas, ha sido considerado por muchos como el primer programa informático de la historia.  En consecuencia, muchos admiradores de la figura de Ada Lovelace la celebran como la primera programadora informática de la historia. 

Sin embargo, en realidad, el programa no fue obra suya. Y para realizar los cálculos que explicaban el funcionamiento de la máquina, necesitó de la ayuda directa de Babbage, quien en sus memorias escribe que él realizó los cálculos de los  números de Bernoulli, como se lee en el extrato que comparto en esta fotografía:


Charles Babbage, Pasajes de la vida de un filósofo , Longman, Green, Longman, Roberts, Green, Londres, 1864, pág. 136




 La mujer tenía talentos propios que quedaron documentados en sus escritos, un gran ojo para el detalle (que le ayudaba a encontrar errores) y capacidad de pensamiento independiente. Pero, es difícil defender frente a la evidencia que tuviera el conocimiento teórico o la pericia técnica para diseñar el programa que le atribuyen.


La Verdad, esa molestia poco rentable.



Como se ha mostrado en otros casos, cuando un historiador o divulgador con sesgos ginocéntricos encuentra un material para crear una falsa heroína, no tiene reparos en adornar o torcer los hechos que se adapten a su narrativa. Así lo vemos en los casos de Frida Khalo, Margaret Hamilton o Hedy Lamarr.

El diseño de Babbage quedó olvidado hasta que se descubrieron sus cuadernos inéditos en 1937. En 1991, científicos británicos construyeron Diference Engine No. 2 —con una precisión de 31 dígitos— según las especificaciones de Babbage, y en 2000 también se construyó la impresora para Diference Engine.

Claro, cuando inspeccionaron las notas de cómo funcionaba esta máquina para construirla, alguien tropezó con las descripciones de Ada Lovelace, y probablemente, los sesgos ginocéntricos hicieron el resto. La idea romántica de una mujer victoriana inventando el software era demasiado atractiva para dejar pasar. ¿Se imaginan qué película hubieran hecho Katsuhiro Otomo o el Studio Ghibli con esta trama a lo Steamboy?

Sin embargo, la verdad se viste modestamente, mientras la mentira usa ropajes llamativos.

Como explicaba el historiador Dorion Swade, hay manuscritos de Babbage que muestran los "programas" que ideó para su máquina, incluso hasta 7 años antes de las notas de Lovelace. Es decir, que mientras Ada Lovelace apenas estaba conociendo el trabajo de Babbage en aquella fiesta de 1833, Charles Babbage ya tenía los prototipos del software que iba a usar su máquina.

El historiador informático Doron Swade, un destacado experto mundial en el trabajo de 
Babbage, zanja la polémica con nuevos datos presentados en el simposio que se celebra ahora en la Universidad de Oxford para conmemorar el 200 aniversario del nacimiento de Lovelace

 “Confirmo que la evidencia del manuscrito muestra claramente que Babbage escribió "programas" para su máquina analítica en 1836-7, es decir, 6-7 años antes de la publicación del artículo de Lovelace en 1843. Hay alrededor de 24 de estos programas y tienen las características idénticas del famoso 'programa' de Lovelace"

El historiador dice que las nuevas pruebas son “indiscutibles” y que “no respaldan, de hecho contradicen la afirmación que Lovelace fue la primer programadora de la historia.

Como muestran los documentos de archivo, en la discusión entre ingenieros e historiadores sobre la autoría del primer programa de computadora, los ingenieros tienen la razón. Los programas para la solución de sistemas de ecuaciones lineales y para el cálculo de números de Bernoulli probablemente sean atribuibles a Babbage.

Por tanto, se puede afirmar que Ada Lovelace es celebrada injustamente como creadora del primer programa de computadora.


De Mito a Marca: Ada Lovelace S.A.


Hoy, el nombre de Ada Lovelace está en todas partes: premios, becas, festivales, días internacionales, e incluso líneas de código que nadie entiende pero todos aplauden. Cada octubre, el “Ada Lovelace Day” se celebra como una misa digital global donde programadores, periodistas y CEOs de Silicon Valley compiten por ver quién cita su nombre con más solemnidad. Nadie sabe exactamente qué hizo, pero todos coinciden en que fue “revolucionaria”.

El mito se ha vuelto tan rentable que uno sospecha que, si Ada viviera hoy, tendría una start-up llamada “Analytica.io”, vendería NFTs de engranajes y daría charlas TED sobre “Cómo programar tu destino desde el siglo XIX”.

Mientras tanto, Babbage sigue esperando su documental en Netflix, tal vez con el título: “El hombre que lo hizo todo, pero no dio bien en cámara”. Porque en la era del algoritmo mediático, no basta con ser genio; hay que ser marketable. Y por su puesto Ada, con su mezcla de aristocracia, inteligencia y tragedia romántica bryoniana, era oro puro para el storytelling del siglo XXI.

Al final, lo que Ada programó no fue una máquina, sino una narrativa perfecta: una mujer visionaria, silenciada por su tiempo, rescatada por la era digital. Un mito tan poderoso que, paradójicamente, ni la mismísima Máquina Analítica de Babbage podría desmontar.

No porque ella mintiera, sino porque los medios —entonces y ahora— prefieren una buena historia antes que una historia verdadera. Después de todo, una mujer aristócrata y trágicamente brillante vende mejor que un hombre que discutía con los organilleros porque desafinaban en su calle.

Si el siglo XXI nos enseña algo, es que las narrativas siempre ganan a los hechos.

Y en la guerra entre la lógica y el storytelling, Ada fue la primera en entender el algoritmo.


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